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San Luis Potosí, Corazón de Carmen Ortiz, Mexico
ciudadano del mundo, filósofo, poeta y revolucionario

lunes, 22 de febrero de 2010

POESÍA Y CRÍTICA LITERARIA

La ignorancia crea a los resignados,
basta decir que el arte debe crear a los rebeldes.

Proudhon

Con relación a las bellas artes, como ocurre en el caso de las humanidades, ya el hecho mismo de plantear hoy una cuestión desde el punto de visita de su utilidad, es como para ponerle la carne de gallina a cualquier pavo. Y es que el concepto de utilidad ha adquirido una carga significativa que es ya imposible sustraer del discurso metaideológico del fundamentalismo neoliberal: Todo valor de uso se encuentra ya no en función de sus cualidades para satisfacer ciertas necesidades humanas, sean estas reales o imaginarias, sino en proporción directa a la posibilidad de ser convertido en puro y simple valor de cambio mercantil. Lo que no es útil a la plusvalía, no sirve. Por extensión, lo que no aporta algo, lo que no enriquece o beneficia, carece de utilidad y, por tanto, resulta superfluo e innecesario.

Contra esta visión reduccionista y empobrecedora del espíritu humano, que, reitero para que se destaque con absoluta nitidez, es consustancial hoy a la metaideología sistémica del capitalismo neoliberal, es necesario reivindicar el ocio creativo (poiético), como baluarte de la rebeldía activa y vital (prometeica), que está en la esencia misma de la naturaleza humana.

Pero para que el fuego creador siga ardiendo en el corazón –hogar– de los mortales, y el sacrificio heroico de Prometeo, con su carga eterna de dolor y soledad, siga siendo el símil por excelencia del acto poiético, no basta sólo la rebeldía contra el orden establecido por los dioses del olimpo imperial. Es del todo necesario, antes que nada, la comunión universal con la semilla que florece en la palabra.

Quienes hemos optado por hacer de la palabra nuestra herramienta de trabajo y nuestro medio fundamental de interacción en la comunidad y con la comunidad humana, no podemos ser partícipes del equívoco y la ambigüedad de los abusos y costumbres de la jerga coloquial. Esto quizá pueda ser tolerable en el contexto de la charla de café, donde no queda más constancia del espontáneo regurgitar del diálogo explosivo de la emoción apasionada, que la efímera huella, apenas aprehensible, que se imprime en el ánimo íntimo de la percepción subjetiva de los participantes.

De aquí la necesidad de abordar, por fuerza, lo que no puede ser obviado desde ningún punto de vista: El discurso racional tiene el requisito imperativo de ceñirse al sentido unívoco de los conceptos y categorías que es aplicable con propiedad a la naturaleza de su objeto. Y cuando un término ofrece una gama de acepciones diversas que pueden prestarse a la ambigüedad o al equívoco, ha menester establecerse con precisión y claridad el sentido al que remite y al que ha de remitirse rigurosamente la aprehensión de la unidad significativa del discurso racional. De otro modo la comprensión y, por tanto, la comunicación efectiva, resultan imposibles. Y es necesario, además, que ese sentido corresponda a la convención universalmente aceptada de su significado o, mejor, a la raíz semántica de su etimología.

Puestas así las cosas, al efecto de abordar con mayor profundidad la cuestión del análisis y la crítica del género literario convencionalmente denominado poesía, bien vale la pena examinar si las afirmaciones con respecto a la imposibilidad de una definición de valor unívoco y universal del término poesía contienen elementos de verdad.

Cabe acotar, para ponerlo en términos de la perogrullada que implican tales asertos, que lo indefinible es, por definición, lo indefinido; por tanto, lo innominado, lo que no tiene existencia en el universo conceptual con el que el discurso racional aprehende la realidad, independientemente de si ésta ostenta un carácter objetivo o subjetivo.

¿A qué viene entonces dar vueltas en círculos en torno al significado de un término que yace tendido en la nada como el cadáver de un cuerpo inexistente?

Si la poesía como fenómeno de la realidad objetiva fuese indefinible, sería igualmente inexistente, porque sólo lo que no existe no puede ser nombrado. Por el contrario: Todo lo que existe puede, y de hecho es, nombrado. Importa poco si esta existencia tiene un carácter real objetivo o si tan sólo pertenece al plano de la objetividad psíquica.

En conclusión: Al existir una definición para el fenómeno denominado poesía, de suyo se comprende que el fenómeno definido es real, existe y, por tanto, está al alcance de la aprehensión del discurso racional. Resulta, entonces, falso de toda falsedad, que la poesía sea indefinible.

Es aquí donde se nos presenta una de las dificultades que conlleva el manejo operativo del término poesía en el discurso racional: El de su doble acepción al uso. Una íntimamente ligada a al proceso subliminal objetivo/subjetivo de la emoción, el sentimiento y el goce estéticos derivada de la raíz semántica de su etimología. Y la otra, directamente vinculada a un género literario determinado por la convención universal.

...

Vayamos por partes. En tanto género literario, existe una convención universalmente aceptada que permite al discurso racional aprehender en forma y contenido, con absoluta certeza, los objetos lingüísticos de la poesía. De ahí que, para serlo, toda poética debe ceñirse a los elementos y características de forma y contenido que la convención universal ha comprendido y aceptado como pertenecientes al discurso poético. Y quién no se ciña a éstos de alguna manera, podrá escribir mil y un objetos lingüísticos, pero no podrá ser llamado poeta.

Ahora bien, con respecto a la naturaleza propia del ser humano, nadie nace poeta como se nace, por ejemplo, hombre o mujer. Y así como puede ser aprehendida directamente la esencia poética de la poesía por cualquier persona, independientemente de su grado de instrucción, refinamiento o formación profesional, la poesía puede ser también un objeto de aprendizaje que se encuentra al alcance de cualquiera. Es necesario y saludable que se vayan desvaneciendo semejantes mitos: Ni el poeta es un ser especial ni la poesía se encuentra fuera del alcance de cualquiera que desee aprehenderla y aprenderla.

La poesía es la más plebeya y modesta de las artes literarias, precisamente por la facilidad de su aprendizaje y producción. Y es, por la misma razón, la de mayor difusión y consumo social. Pero así como hay una poesía vulgar y melodramática para consumo de las masas nada o poco instruidas, nada o poco refinadas, hay una poesía para un conjunto de personas instruidas y refinadas, y, finalmente, una poesía sólo al alcance de la exégesis de los estetas. Y esta cuestión no tiene nada que ver con una naturaleza “inefable” de la poesía, menos con una facultad “natural” especial de los poetas. Es una cuestión de carácter estructural y sistémico de la política cultural, y siempre lo ha sido: Las distinciones sociales, y éstas lo son, tienen un carácter sociológico. Basta sólo con profundizar un poco en la historia y la filosofía del arte para comprenderlo.

Negar, por otro lado, la posibilidad de establecer un juicio objetivo sobre la riqueza literaria y el valor intrínseco de los objetos lingüísticos, es evidenciar, en general, las propias insuficiencias en la comprensión y el conocimiento de la historia y la filosofía del arte y, en particular, de la estética literaria. Puede, gracias a estos conocimientos, comprenderse objetivamente si un objeto lingüístico está bien o mal escrito, si es profundo o superficial, sensiblemente refinado o simplemente melodramático, feo o bello, e, incluso, si aporta algo novedoso y original a los elementos de la forma y el estilo.

De aquí que, para poder alcanzar este grado de perceptibilidad, no basta sólo con leerse a los “grandes”, hay también que acompañar su lectura con una sólida formación de cultura general.

...

Finalmente, en cuanto al proceso creativo que subyace en la raíz semántica de su etimología, la poesía no es privativa del género literario que la convención universal define con este término. No es privativa, vamos, ni siquiera de las bellas artes. Y está íntimamente ligada al desenvolvimiento del ser universal.

Cómo objeto de goce estético en particular, se remite al proceso de creación de la belleza, al hecho/acto mismo en que sea realiza. El cual, cierto: Es único e irrepetible, y detenta un carácter absolutamente subjetivo y evanescente. Pero no por ello indefinible. De lo contrario sería imposible toda estética. Y no creo que alguien, con tres dedos de frente, y menos si se dedica al cultivo de las artes literarias, se atrevería a formular, y sostener con seriedad, tan descabellado despropósito.

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